POEMA DEL ADULTO MAYOR

Poema del anciano y de la vida
Quieren apagar
el pábilo vacilante
de mi vida.
Ha llegado el momento
en que sólo les estorbo,
pues lo que llevo dentro
no lo valoran.
No tengo juventud, belleza ,
fuerza;
mi cuerpo envejeció ya
demasiado.
el pábilo vacilante
de mi vida.
Ha llegado el momento
en que sólo les estorbo,
pues lo que llevo dentro
no lo valoran.
No tengo juventud, belleza ,
fuerza;
mi cuerpo envejeció ya
demasiado.
No les importa mi experiencia:
para ellos soy el pasado
que no existe en su mundo.
Represento todo
lo que les da miedo:
la vejez, el sufrimiento,
la tranquilidad tarde de paseo…
y ellos sólo valoran
lo que se mueve aprisa.
El tiempo aquilató
mis sentimientos
y ha dado perspectiva
a mi mirada.
Y así, cuando ahora pienso,
veo que soy más justo
al decidirme.
Lejos de la lucha a muerte
de cada día
por competir por el triunfo,
lejos de las ambiciones,
de cosas vanas,
he centrado mi vida
y la he visto con sentido
en lo trascendente.
Pero ahora estorbo
a los jóvenes,
que quieren todo el mundo
para ellos
y pretenden apartarme
para seguir su camino.
¡ Quiero vivir la vida
hasta el final!
Que no la acorten
sólo porque mi mundo
les es extraño.
Quiero seguir viviendo,
denso, profundo,
mi tiempo interno.
Aunque mi cuerpo enfermo
no me responda,
me siento lleno;
agradezco a la vida
lo que me da.
¡ Quiero vivir mi vida
hasta el final!.
para ellos soy el pasado
que no existe en su mundo.
Represento todo
lo que les da miedo:
la vejez, el sufrimiento,
la tranquilidad tarde de paseo…
y ellos sólo valoran
lo que se mueve aprisa.
El tiempo aquilató
mis sentimientos
y ha dado perspectiva
a mi mirada.
Y así, cuando ahora pienso,
veo que soy más justo
al decidirme.
Lejos de la lucha a muerte
de cada día
por competir por el triunfo,
lejos de las ambiciones,
de cosas vanas,
he centrado mi vida
y la he visto con sentido
en lo trascendente.
Pero ahora estorbo
a los jóvenes,
que quieren todo el mundo
para ellos
y pretenden apartarme
para seguir su camino.
¡ Quiero vivir la vida
hasta el final!
Que no la acorten
sólo porque mi mundo
les es extraño.
Quiero seguir viviendo,
denso, profundo,
mi tiempo interno.
Aunque mi cuerpo enfermo
no me responda,
me siento lleno;
agradezco a la vida
lo que me da.
¡ Quiero vivir mi vida
hasta el final!.
José García Velázquez Segovia.
Poemas para mayores y plegarias
La poesía de grandes, creada por "grandes"
Cuando yo llegue a vieja
-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones,
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas ojeras,
y suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el paso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará -rebelde- tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludarán
mis mañanas.
Cuando yo llegue a vieja
-si es que llego-
y me mire al espejo
y me cuente las arrugas
como una delicada orografía
de distendida piel.
Cuando pueda contar las marcas
que han dejado las lágrimas
y las preocupaciones,
y ya mi cuerpo responda despacio
a mis deseos,
cuando vea mi vida envuelta
en venas azules,
en profundas ojeras,
y suelte blanca mi cabellera
para dormirme temprano
-como corresponde-
cuando vengan mis nietos
a sentarse sobre mis rodillas
enmohecidas por el paso de muchos inviernos,
sé que todavía mi corazón
estará -rebelde- tictaqueando
y las dudas y los anchos horizontes
también saludarán
mis mañanas.
Aprender de TEN ESPERANZA (poema) para personas mayores
Lo comprendes? Lo has comprendido.
¿Lo repites? Y lo vuelves a repetir.
Siéntate. No mires hacia atrás. ¡Adelante!
Adelante. Levántate. Un poco más. Es la vida.
Es el camino. ¿Que llevas la frente cubierta de sudores,
con espinas, con polvo, con amargura, sin amor, sin
mañana?…
Sigue, sigue subiendo. Falta poco. Oh, qué joven eres.
Qué joven, qué jovencísimo, que recién nacido. Qué ignorante.
Entre tus pelos grises caídos sobre la frente brillan tus claros
ojos azules,
tus vividos, tus lentos ojos puros, allí quedados bajo algún velo.
Oh, no vaciles y álzate. Álzate todavía. ¿Qué quieres?
Coge tu palo de fresno blanco y apóyate. Un brazo a tu lado
quisieras. Míralo.
Míralo, ¿no lo sientes? Allí, súbitamente, está quieto. Es un bulto
silente.
Apenas si el color de su túnica lo denuncia. Y en tu oído una
palabra no pronunciada.
Una palabra sin música, aunque tú la estés escuchando.
Una palabra con viento, con brisa fresca. La que mueve tus
vestidos gastados.
La que suavemente orea tu frente. La que seca tu rostro,
la que enjuga el rastro de aquellas lágrimas.
La que atusa, apenas roza tu cabello gris ahora en la
inmediación de la noche.
Cógete a ese brazo blanco. A ese que apenas conoces, pero
que reconoces.
Yérguete y mira la raya azul del increíble crepúsculo,
la raya de la esperanza en el límite de la tierra.
Y con grandes pasos seguros, enderézate, y allí apoyado,
confiado, solo,
échate rápidamente a andar…
Vicente Aleixandre
¿Lo repites? Y lo vuelves a repetir.
Siéntate. No mires hacia atrás. ¡Adelante!
Adelante. Levántate. Un poco más. Es la vida.
Es el camino. ¿Que llevas la frente cubierta de sudores,
con espinas, con polvo, con amargura, sin amor, sin
mañana?…
Sigue, sigue subiendo. Falta poco. Oh, qué joven eres.
Qué joven, qué jovencísimo, que recién nacido. Qué ignorante.
Entre tus pelos grises caídos sobre la frente brillan tus claros
ojos azules,
tus vividos, tus lentos ojos puros, allí quedados bajo algún velo.
Oh, no vaciles y álzate. Álzate todavía. ¿Qué quieres?
Coge tu palo de fresno blanco y apóyate. Un brazo a tu lado
quisieras. Míralo.
Míralo, ¿no lo sientes? Allí, súbitamente, está quieto. Es un bulto
silente.
Apenas si el color de su túnica lo denuncia. Y en tu oído una
palabra no pronunciada.
Una palabra sin música, aunque tú la estés escuchando.
Una palabra con viento, con brisa fresca. La que mueve tus
vestidos gastados.
La que suavemente orea tu frente. La que seca tu rostro,
la que enjuga el rastro de aquellas lágrimas.
La que atusa, apenas roza tu cabello gris ahora en la
inmediación de la noche.
Cógete a ese brazo blanco. A ese que apenas conoces, pero
que reconoces.
Yérguete y mira la raya azul del increíble crepúsculo,
la raya de la esperanza en el límite de la tierra.
Y con grandes pasos seguros, enderézate, y allí apoyado,
confiado, solo,
échate rápidamente a andar…
Vicente Aleixandre
PLEGARIA PARA LA TERCERA EDAD
Bendice, Señor, a los que tienen comprensión de mis pasos vacilantes y mis manos temblorosas.Bendice a los que saben que hoy mis oídos van a sufrir para entender a otros.
Bendice a los que apartan los ojos, como si no vieran, cuando se me cae el café del desayuno.
Bendice a los que nunca me dicen: es la segunda vez que cuentas lo mismo.
Bendice a los que tienen el don de hacerme evocar los días felices de otros tiempos.
Bendice a los que hacen de mí un ser amado, respetado y no abandonado.
Bendice a los que adivinan que no sé ya cómo encontrar fuerzas para llevar mi cruz.
Bendice a los que endulzan con su amor los días que me quedan de vida, en este viaje hacia la casa del Padre.
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