Querido abuelo:
Hoy
estoy aquí sentado frente al computador escribiendo y pensando en lo rápido que
pasa el tiempo. Por mucho que lo queramos, el reloj de la vida no se detiene. Parece que fue ayer
cuando me ibas a buscar a la escuela, cuando me llevabas al parque por las
tardes y me consentías comprándome todas las chucherías que se me antojaban a
pesar de que mi mamá las había prohibido. Aún recuerdo
como cada domingo esperaba impaciente el momento de ir a tu casa para que me
cuentes alguna de las muchas historias de tu vida.
Me acuerdo de que tú, abuelo, me decías que cuando conociste a la abuela te
quedaste alucinado al instante de sus ojos marrones y ya nunca más la dejaste
escapar. Ahora que soy adulto, tengo que confesar que una de las cosas que más
envidio es tu historia de amor infinito. Tu amor hacia mi abuela es fuerte,
duradero, inmortal. Un amor de esos que ya no quedan.
Tú
me conoces a la perfección y sabes que, a veces, me cuesta un poco expresar mis sentimientos. Creo que nunca he dado
suficientemente las gracias por todo lo que has hecho por mí ni he
dicho muy a menudo cuánto te quiero. Por eso escribo esta carta. Quiero
agradecerte por ser tú quien me incitaste a perseguir los sueños que un día
decidí que quería alcanzar y que, sin duda, me han ayudado a convertirme en la
persona que soy ahora. Fuiste tú quien me impulsó a ir más allá de mis límites
a través de tus palabras llenas de sabiduría y tu ejemplo como ser
humano honesto y bondadoso. Gracias por ser mi consejero, por escuchar todos
mis problemas, por estar permanentemente a mi lado sin pedir nada a cambio. Gracias por enseñarme que cada día cuenta, que tenemos que esforzarnos por todo aquello que nos haga felices porque esa es la única
manera de que nuestra existencia en esta tierra esté justificada.
Gracias
a ti he aprendido que el mejor regalo del mundo son las personas que forman parte inherente
de nuestra vida, esas que te aman incondicionalmente desde que
naces. Y es que para mí, el mejor regalo del mundo eres tú, abuelo. Las personas no
son eternas, pero tú, sin duda, deberías serlo. Y aunque ya no estas a mi lado físicamente,
nunca morirás mientras sigas en mi corazón, siendo esa luz en medio de la
oscuridad, siendo esa dulce voz en un silencio total, siendo ese calor y esa
sonrisa en los días más tristes de mi vida.
Gracias
abuelo por enseñarme a vivir, siempre tendré presente tu frase “Nunca
te des por vencido, aun estando vencido”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario